Tras El Rayo


TRAS EL RAYO

 

I

Primera llamada: se desdobla el espejo,
vibra, se extiende…recorre su calzada
de ancestros milimétricos y mira
la misma dedicatoria de siempre:
A la raíz del rayo

Rueda la luna de yeso
y los niños levantan el vuelo
con la ropa blanqueada en apariencia.

Parvadas muy antiguas son éstas,
cansadas de gritar su nombre,
cansadas de tirar su alambre
plateado de saliva.

 

II

Son rayas de gis
en puerta abierta,
son niños que juegan
delante de los ojos…

Un yunque en reposo
y una herradura en movimiento,

Son los caballos rojos
y los montes nevados de felicidad.

¡Que se prenda el incienso!
¡Y el fuego del norte!

Que el hogar esté listo
con la brasa inviolable presente
para poder captar este momento
en las ventanas encendidas
y en los frutos mismos
de la imaginación.

 

III

Segunda llamada:
corrientes sutiles.

Con dolor ha entendido
que toda vía es tiempo.

Con los sueños comprende
la predestinación de su trabajo.

El anagrama de la roya
en campos sembrados de café.

¡Qué larga travesía por el cuerpo
para llegar a ofrendar esta semilla!

Sobre la múltiple materia coronada
floridos estandartes en acción.

Tambor de doble pétalo,
un pueblo al otro lado del mar.

Hasta aquí llegaba la frontera:
su nombre es la clave.

 

IV

Aquel que avanza por el sueño
es como una piedra con alas,
es como un meteoro…

Un hoyo negro lo recibe:
listón de doble filo,
carnal de vastedades.

Allí el niño se acuna,
su tronco se hace hueco
en la luna transparente.

Su pequeña calavera de cristal
viene rodando por la noche,
¡quiere dar la hora!

Por el cielo momentáneo
se asoma la procesión
de espesos magueyes
y estrellas aromáticas.

 

V

Se ha formado el óvalo y se nace
con la cuádruple dimensión
del que está desprendido
cayendo para siempre
a la noche del atrio.

Hacia el astro que rueda
debajo de la puerta.

Cayendo para siempre
al zaguán de la quinta.

Hacia de tapete doblado
como una vieja pasión.

El polvo del camino
y el vaso más la sed
no son ya la fijeza:
los vitrales del sol.

 

VI

Mas la distancia menosprecia un astro,
termina su labor y emprende el viaje.

Los esqueletos cromados flotan
junto al foco pelón de la luna.

Un grito en la oscuridad
rompe la concha ensimismada.

¡Se están robando el reloj!
¡Se están birlando los planetas!

Hay una sonrisa en el mundo
que se vuele mueca…

Hay un hombre sentado en el muelle
que no tiene prisa por volver.

¿Serán las puras matemáticas
de las consabidas ilusiones?

Tercera llamada: ¡Comenzamos!

 

VII

Me he llamado en el desierto
y he venido, he aparecido.

En las minucias de la hormiga
y en las calzadas cardinales
del sacrosanto espacio.

Abeja de lo invisible,
tu hormiga te saluda.

Tu pueblo quiere volar
en medio de esas azucenas
dejarse llevar del aire
al oriente de panal.

Redobles magistrales
para que mi unión se prenda,
para que el reflector aislado
desaparezca en el sol.

 

VIII

Contempla el horizonte,
contémplate de nuevo…

Eres el acto en el acto.

Buenos cielos rodando a discreción
y malos cielos cuando el cielo es malo.

Hubo una vez un ascensor
según la ley de las octavas,
hubo una vez una escalera.

Y aunque los nombres se repiten
se eleva en la obra negra
la posición del espectador.

La espiral recobra su velocidad
mientras que duerme la tierra.

He llegado a la cita
del mundo y sus sentidos.

 

IX

Parezco el más blanco,
pero mis sombra es engañosa.

Dejo que las casas queden
plácidamente rumiando
su dosis de figura,
su sol aderezado.

La soledad de mis visiones
se pone de acuerdo con el viento
y con la fluidez de las montañas.

Mi campo de acción crece
con la virtud geométrica
de las nubes amarillas.

Alguien más fue visto en este sueño,
pero el rumor que agitaba los maizales
no permitió conservar ningún recuerdo.

 

X

Muy lejanas voces anuncian
el rápido galope del deseo.
Te abres paso mientras alzan
las densas cortinas del numero.

Ves arenas de claridad:
el ámbar de la mujer pequeña
en comparación con la plenitud
del–arco–siempre–visto,
la–cuerda–siempre–viva.

Aquí los placeres sostienen
la carpa tenaz del pensamiento.

¡Viva la voluntad de la polea!
porque es capaz de sacar del pozo
esas oleosas imágenes que medran
en la oscuridad del agua.

 

XI

Ha de durar todo esto tanto
como ha durado ya, tal vez…
y has de cruzar este desierto
comiendo lumbre, bebiendo arena,
pero el temor al sufrimiento
no encuentra todavía su meta.

Cristales de colores
son tus constantes afectos,
pues permanece el verano
y un ruido en el jardín.

Varios mundos al brillante del ojo
para que un hombre encienda cada noche
en tu cielo marino los cometas.

 

XII

Que la vista dilate los muelles,
que desembarque formas en el tacto.

Arcoíris: llama en la llovizna
balbuceando los nombres de la luna
se forma y se desforma en el jardín.

Aquí donde las estrellas vibran
en las crines de la hierba,
y en el mar inconcebible
por falta de fronteras.

No es cierto, no es cierto
que el agua crece de perfil,
que la luna crece de costado.

Aquí estás y todo es único:
el adiós y la gota de sangre
que constela esas medias negras.

Has sabido remendarte las alas,
vestir al último grito de la vida.

 

XIII

Después de tanto atardecer
nos queda sólo una vasija rota.

Más allá del dolor y de la mina
éste es nuestro patrimonio:
le serie de abetos crecidos
en la casa de cuatro pilares.

En la primera puerta hay un rosal.

Padres antiguos en la tierra
cuadrada por los vientos
y por los ángeles que riman
la llave del rayo…

Vidas breves, deseosas,
en el libro imaginario del mundo.

Láminas de buenas intenciones
cifradas en la simetría
de su propia locura.

 

XIV

En este sentido la madre
se confunde con el paisaje.

Es la segunda, Nuestra Señora,
la luna de todos los instantes.

Alta, potente y solitaria
como toda fruta a la deriva
en el agua redonda del mantel.

¿Qué patrones sostienen el proyecto?
¿Qué salvamos, si es algo lo que resta?

Queda la luz que afila los espejos
y las hondas voces del encuentro.

Queda la doble guinda que vela
como una ventana transcendida,
separada ya de nuestro sueño.

 

XV

La tercera es la voz,
con la cuerda que amarra
a las plantas y al viento.

Un faro fiel, inexplicable,
¿pasos sucesivos? … ¡simultáneos!
Disolventes al ritmo del relámpago.

Podemos oler aquellos bosques
que reverdecen al fondo del taller.

El humo de la estopa quemada
en el aire enrarecido de la raza,
y el corazón prismático del ocaso
y nuestra bien nutrida fragilidad.

 

XVI

Tenemos que hablar,
como siempre sucede,
de la herida terrible
y los múltiples atajos
de la vida y la muerte.

Las nubes se aprietan,
los montes saltan a la vista.

Las flores nos hablan por las piedras,
las piedras nos hablan por los ojos
y por las dispersas islas
del desafío social.

El campo se curva de dolor
con el llanto constante de los muertos.

Esta lloviendo y no queremos volver.

 

XVII

Si estamos divididos
no estamos todos.

Hay un ritmo en las nubes,
hay un ritmo en el viento.

Pasan las mujeres flotando
sobre los campos de cultivo.

Las puertas quedan abiertas
a su debido espacio…

Los gallos plateados
cantan al otro lado del espejo.

El cielo es una hipótesis,
un reflejo de la bóveda mental:

Si estamos divididos
no estamos todos.

Reconoce pues las figuras
que se desprenden del relato.

 

XVIII

Tuvimos que entrar a la batalla
en la contrariedad de los caminos:

Los cuadros blancos
y los cuadros negros.

Tomando la doble hacha
por el mango de encino,
a contracorriente navegamos
en las ondulaciones del azar.

Nuestras pruebas nunca fueron
los controles del mundo.

Aquí se acaba la danza,
la locura recobrada, merecida,
pues igual quita la luz
una sombrilla blanca que una negra.

Mientras el disco de la luna
sigue girando bajo el diamante…

Los presentes defienden
la roca del siglo.


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